miércoles, 27 de julio de 2011

Otra de mis tantas improvisaciones.

Hoy, he vuelto a visitar a mi abuelo. Sigue en cama, el médico le dijo a mis padres en su última visita que puede irse al otro mundo en cualquier momento. Que todos estuvieramos preparados, porque sin previo aviso, lo haría.
Yo, sabiendo esto, quise recuperar todo el tiempo perdido. El tiempo en el que iba a su casa, pero no le escuchaba, la visita era casi obligada. El tiempo en el que no le dí ningun abrazo ni ninguna caricia.
Simplemente, me sentaba en el recibidor, viendo la tele, esperando a que mis padres tuvieran ganas de irse, para poder marcharme con ellos.
Así pues, cuando salía del trabajo, me dirigía a su casa para permanecer allí una hora. Una hora para poder hablar con él de todo, para que me aconsejara, y para hablar, como no, del pasado.
Hoy, en mi visita rutinaria, he visto la foto de mi abuela en su cómoda. ¡Era tan guapa!.
Mi abuelo había seguido mi mirada, también se quedó contemplando la foto durante algunos segundos.
Le pregunté si todavía la quería. Él no me contestó.Sólo sonrió amargamente mientras las lágrimas recorrieron su anciano rostro.
No dejé de pensar en ello después de salir de allí. Y al recordar a mi abuela,volví a sus últimos años de vida.
Había tenido un ictus cerebral, la parte derecha de su cuerpo se había quedado paralizada. Su boca se había torcido, por lo que siempre un hilillo de baba le caía ligeramente por su ropa.
Ya casi no tenía equilibrio al caminar. Así que, muchas veces caía, aumentando su frustración y su depresión.
No solo tenía que lidiar con esto, sino también debía luchar contra la incontinencia urinaria y la afasia en su lenguaje.
A pesar de todo esto, mi abuelo estuvo con ella siempre. No la dejó ni un minuto.
Su día a día era, levantarla con dificultad de la cama, con las pocas fuerzas que tenía, lavarla, vestirla, darle de desayunar, ayudarla a sentarse en el jardín, bañarla y ponerle la ropa limpia cuando se orinaba (que era a menudo). También la levantaba cuando caía.
Un día que me quede en su casa comprobé lo impresionante que era todo aquello. Impresionante porque fue impactante: mi abuela en el jardín, mi abuelo unos segundos en la cocina. Ella quiso levantarse, se orinaba, y no deseaba ponerse aquellos pañales para adultos. Era muy cabezota.
Dio dos pasos, dos unicos pasos tras levantarse de la silla, y la vi como caía sin poder hacer yo nada. Su cuerpo hacia delante, el sonido del impacto, su cara en el suelo, y el líquido amarillo que ya bajaba por sus piernas y ya había mojado su traje por completo.
Así estuvo diez años, diez años en los que, cualquier gesto que nos supone normal para el resto de las personas, para ellos era un desafío. Diez largos años.
Murió finalmente, y ahora era mi abuelo quien se estaba muriendo.
Me dí cuenta en seguida. ¿Que sí aun la amaba ? Siempre lo había hecho, y siempre lo haría.

3 comentarios:

Irene Díaz dijo...

Joe que llorera.... =(. Muy buena ;)

Óscar Díaz García dijo...

Uff, que duro y que bonito a la vez.
Muy bueno, Laura :)

*¡Laura!* dijo...

Gracias de veras ! Me alegro mucho de que os haya gustado ! Un beso a ambos ! Muakkkk