sábado, 19 de febrero de 2011

Repráctica de Re-dacción

Abrí los ojos lentamente, y justo al hacerlo, al tener cierta constancia de donde estaba, un dolor intenso recorrió mi cuerpo. Mi mente, confusa, sólo me transmitía hachazos, como pequeños seres incrustados en mi cerebro que, con un taladro, abrian agujeros en la carne, entrando en ella, avanzando profundamente.
Intenté girar mi cuello hacia la izquierda, pero sólo pude hacer un leve movimiento, con lo que sólo llegué a ver una mano. ¿Sería la mía ?¿Sería de la persona que iba conmigo? ¿Sería la mano de algún sanitario que por fin se habría dignado en llegar?.
Hice un esfuerzo mayor, intente levantar la espalda del suelo, pero era en vano, la parte superior de mi cuerpo estaba unida con aquellas baldosas negras.
Mis piernas tampoco me respondían. Así que desesperada, utilicé la única parte de mi cuerpo que aún me seguía funcionando sin que me doliera: los ojos.
Mire hacia arriba. Ante mí, cuatro pisos se extendían en sentido ascendente, hasta acabar en un feo techo gris.
Si, estaba en el primer piso, había caído desde lo alto. No recuerdo cómo, solo me ví a mi misma bajar rápidamente, la sensación de que el estómago se subía hasta mi garganta, y las imágenes fugaces de las plantas del edificio.
Pero, ¿y la persona que cayó conmigo ? ¿dónde estaba? ¿seguiría con vida? ¿qué pasó realmente en mi facultad?.
Seguía sin poder moverme mientras me hacía estas preguntas. Y en ese instante me percaté, de cierto calor que provenía de mi cabeza, un calor que contrastaba con el aire que entraba desde las puertas del hall y me golpeaba con dureza.
Ese calor viajó por mi oreja, mi cuello , la espalda... era la sangre. MI sangre, la que se desparraba con tanto gusto por aquel lugar, que irónico. ¡El trabajo te va a matar!- Me decían. Y yo, que soy profesora , ahora le veo toda la gracia del mundo. Al sonreír, noté mis labios resecos, necesito beber agua, pero parece que no hay nadie.
Y finalmente mi sentido del oído hasta ahora inexistente, percibió algo. Murmullos, débiles al principio pero mas fuertes a medida que mi acompañante alzaba la voz.
Si, mi acompañante. ¡Esa persona vivía aún ! Es increible la capacidad de resitencia que tienen ciertas personas. ¡Caen cuatro pisos, se estampan contra el suelo y siguen vivos!.
Mis dedos se despertaron, recorrieron el suelo, buscaron, palparon. Los sentí. Mi mano tenía fuerzas.
Debía hacer otro esfuerzo más. ¡Sí! Poco a poco conseguí quedarme sentada en el suelo, pude ver a la otra persona que me acompañaba. Esa profesora de Economía a la que nadie echaría de menos si desapareciera.
Ella estaba cada vez peor, casi no pudo abrir los ojos, y su sangre también había manchado el suelo. Sólo gritaba, gritaba pidiendo ayuda.
No obstante eran las siete de la mañana, el bedel llegaría en media hora. Así que tenía tiempo.
Llegué hasta ella con dificultad, me posicioné a su lado. Al sentirme, sus ojos entreabiertos me vieron. Y un tono de súplica se le escapó por ellos.
Pero yo no hice caso, su respiración era lenta y tenía que actuar rápido. Puse mis manos en su boca y en su nariz, obstruyendole la respiración.Note como la vida se le escapa, y cómo lo que había empezado en el último piso de la facultad, acababa en el primero.
¡Pero a quién se le ocurriría que ella pudiera arrastrarme consigo cuando, tras emborracharla, la reté a que se subiera al muro y permaneciera sentada en la barandilla diez segundos.?
Maldito instinto de superviviencia.
Finalmente se fue, murió. Y yo me quedé de nuevo tumbada, esperando a que llegara todo el mundo, esperando a decir que, la profesora se había emborrachado y se intentó suicidar, pero que yo, al intentar salvarla caí con ella.
Bonita forma de empezar la semana.

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