viernes, 29 de octubre de 2010

La Espera

Era una tarde lluviosa, pero ella se encontraba allí.

El viento le azotaba sus mejillas, que poco a poco se iban poniendo rojas y mas rojas de ese frío que se metía hasta los huesos.

No sabía cuanto tardaría. Pero él tenía que aparecer.

Lo espero y espero, sus manos estaban cada vez mas heladas.

La gente al pasar no la observaba, solo veían a alguien, un bulto quieto en medio de una calle que nunca se para. Era un fantasma, una don nadie entre tanta gente. Si una vida había importado tan poco, esa era la de ella.

Cuando se hizo de noche, se fue. Volvió a su casa empapada a mas no poder. El agua le recorría su pelo rojizo, le recorría lentamente la espalda y ahí se quedaba, en la curva que se paraba lo decente de lo impuro.

Se quitó la ropa, se acostó delante del fuego y se durmió.

A la tarde volvió a aquel lugar. Se sentó y esperó.

Recorría las caras de todos los hombres, mirando hacia la izquierda, o hacia la derecha.

A veces le llamaba la atención una sonrisa, unos labios, una nariz, pero nadie era él. Ahí no se escondía. Él no se encontraba en aquellos hombres tan normales y tan poco especiales.

Así transcurrió la tarde. Y volvió a su casa, y repitió la misma operación.

Tenia 20 años cuando empezó y transcurrieron otros 20 años más. Seguía esperandolo.

No concebía que él no fuera a llegar, que no llegaría a su destino, que no la encontrara.

No podía pensar que no podrían estar juntos, que la vida pudiera seguir sin el otro. No, no podía ser.

Se negaba a aceptar la realidad. Así que allí permanecia, fuera invierno, verano o primavera.

No importaba si llovía, si hacía calor o si caían truenos. Jamás faltó a su cita.

Pero, un día, la muerte la visitó. Y no pudo continuar llendo a aquel sitio.

Ahora ese lugar estaba vacío. No había ningun bulto, nadie a quien poder ignorar. Nadie.

Al entierro solo fueron sus amigos de cuando era adolescente. Antes de que se obsesionara.

Sabian que nunca se había casado. Y que no había estado con un hombre, sexualmente hablando.

Sabían el porqué. Se acordaban de aquella promesa que le había hecho su madre antes de morir.

Ella misma se lo había dicho antes de caer en aquella obsesión.

Su madre le había prometido, le había jurado, que el hombre de su vida llegaría. Que llegado el momento, aparecería en su vida, y que después nunca más estaría sola.

Pero su madre le había fallado. Nunca ocurrió tal hecho. Murio esperando, esperando a algo que jamás sucedió.

No hay comentarios: