miércoles, 14 de noviembre de 2012

La valentía

La veía cruzar la calle todas las mañanas a eso de las ocho y media. Ambos nos encontrábamos en sentido contrario del paso de peatones. Cuando ella venía, yo iba.
Es curioso como cuando tienes una rutina, se te hacen familiares y agradables ciertas cosas que antes no lo eran. Por ejemplo, el perro de la vecina del primero, al escuchar la alarma del despertador de su dueña emitía un solo aullido, no de pena, de lástima o llanto, sino de aviso, como de refuerzo de la máquina. Los primeros días que me mudé al edificio era insoportable, luego lo acepté y al final me acabó gustando ese sonido, esa comunicación íntima entre el animal y mi vecina.
Por supuesto, con la rutina de la chica que veía por las mañanas en aquella calle era mas o menos  igual, pues al principio me era indiferente, poco a poco la reconocí. Era una cara conocida, un amigo, un familiar. Y terminó por gustarme verla en el mismo sitio hasta llegar al punto de que si pasaban unos minutos de las ocho y media me sentía triste y desolado sin ver su cara.
No sé si era por  que era nuevo en aquella ciudad, o por  no tener ni a mi familia ni a mis amigos cerca, que, el hecho de que se repitiera el mismo suceso, me hacía sentirme menos sólo y un poquito mas como en casa.
Cuando al fin  el sónido del pájaro enlatado hacía movernos y nos encontrábamos en el punto intermedio, nuestras miradas se cruzaban, por apenas un segundo, pero eso ya me bastaba para ser feliz todo el día.
Su cara... al cabo de dos semanas la había memorizado por completo: su forma ovalada, sus cejas negras, sus ojos verdes sin un ápice de maquillaje que portaban unas pestañas larguísimas, o su nariz pequeña a juego con su boca chiquitita  de labios rosados. Todas estos rasgos acompañados en suave armonía con el pelo negro ondulado que siempre dejaba al viento.
Era de mediana estatura, aunque sus piernas parecían atléticas y fuertes, o esa impresión me dio al verla a principios de septiembre con pantalones cortos.
El olor que desprendía era maravilloso, una mezcla entre suave vainilla y canela. Definitivamente esta mujer te llegaba a todos los sentidos.
Pero no me atrevía a decirle nada. No me creía capacitado para ello. Siempre fui muy tímido, poco sociable para algunos.Lo cierto es que los que me conocen bien saben que puedo llegar a abrirme, a veces demasiado para ocultar mis traumas.
Nunca he sido un valiente, de esos que miran al mundo y piensan que pueden hacer todo lo que se proponen. Precavido hasta mas no poder, esto no me impidió tener éxito entre las chicas.
Pero con ella era distinto. ¿Acaso era amor?.
No, definitivamente aquello nunca podía ser. ¿Qué pensaría ella de mí?.¿ De un chico normal, si nada del otro mundo,sin nada que ofrecerle, que ademas está en silla de ruedas?.
Sí, había tenido éxito con las chicas hacía tiempo, antes del accidente. Hará dos años atrás. Desde aquel momento, no volví a acercarme a alguna.
¿Para qué? ¿para hacerlas sentir incómodas?¿tristes? ¿para que sintieran lástima de mí?.
De ninguna manera.
Entonces, un día a las ocho y media de la mañana como otro cualquiera, ella no cruzó cuando el semáforo se puso en verde. Llegué hasta su lado y me saludó.Me había esperado, pues hacía tiempo que también se había fijado en mí. Ese día nos saltamos las clases y fuimos juntos a desayunar. Lo mejor que me podía pasar, y pasó. Quedábamos a diario, nos veíamos, charlábamos y bromeábamos. El día que me besó por primera vez fue el mejor de toda mi vida, el cosquilleo estaba en todas partes y una ola de amor y felicidad me invadía por completo. Me dijo te quiero y supe que nunca nos íbamos a separar.
¿Que bonito verdad? Que bella fantasía he estado teniendo por estos minutos, mientras espero en el paso de peatones. Cruzamos, no me mira, sigue su camino, y desaparece entre la gente. Como ya he dicho, nunca he sido valiente, y sé que nunca pasará nada.


9 comentarios:

Lorena dijo...

Bueno siempre debemos arriesgarnos y como mucho en esta ocasión lo máximo que se podría llevar el chico sería una buena ostia, que más da si la piscina tiene 6 u 15 metros siempre que haya agua debajo el golpe es menos fuerte

*¡Laura!* dijo...

La cuestión es, ¿y si no la hay ? Hay gente que no es tan valiente sabes ? Que conclusión llegas con este cuento ?

Óscar Díaz García dijo...

Pues a mí me ha gustado mucho que el final sea ese. De hecho cuando estaba leyendo que se conocieron, fueron a desayunar...no me estaba gustando, pero el final lo ha mejorado. Es menos bonito pero más crudo y realista. Como la vida misma :)

*¡Laura!* dijo...

Me alegra que te gustara. Y sobre ese debate que intento crear con la lore, ¿que opinas?

Óscar Díaz García dijo...

Pues que es cierto que nunca perdemos nada en arriesgarnos, el no ya lo tenemos. Pero poca gente se arriesga en situaciones como esta, todos nos hemos fijado en alguien en el metro, por la calle... pero son muy pocos los que se atreven a entablar una conversación. Ahora es cuando la Lore dice que ella sí se atreve jaja

*¡Laura!* dijo...

Bueno, no quería dirigir la conversación por esos caminos. Mi intención era opinar (y eso he escrito este cuento) lo que supone tener una traba moral como es la cobardía. Realmente es una verdadera barrera que obstaculiza el alcanzar la felicidad en varias ocasiones.
Si si, está muy bien eso de que no perdemos nada en arriesgarnos, que el "no" ya lo tenemos...todo esto se sabe. La cuestión es que es un verdadero problema eso de no tener valentía, sobretodo para uno mismo.

Óscar Díaz García dijo...

Pues como todas la trabas morales, deben superarse. Con esfuerzo se consigue y merece la pena, si te limita tanto. Y se que lo de "no pierdes nada por arriesgarte" está muy manido, pero es que es verdad. Y aunque la respuesta sea un no, al menos te sientes orgulloso de tí mismo por haberlo intentado.

Óscar Díaz García dijo...

Pero bueno, ¿cuál es la opinión de la autora? :P

*¡Laura!* dijo...

Mi opinión...mas o menos la he ido dejando entrever tanto en el cuento como en los siguientes comentarios. De todas formas, sí, los miedos deben superarse, sin duda, mas que nada para estar en armonía con uno mismo. El arriesgarse ya es otro cantar. No creo que siempre sea bueno, también hay que valorar muchas cosas, meditarlo, y si hay cosas mas buenas que malas, pues ahí sí que aconsejaría "tirarse a la piscina". En otro modo no.
También mediante el handicap de este chico quise hacer una metáfora por su total incapacidad, es algo que le supera. Y ante esto, solo se puede ser paciente, y no meter presiones innecesarias.