jueves, 12 de abril de 2012

La Vida Solitaria

La lluvia matinal, cuando las alas batiendo, salta alegre la gallina en la cerrada estancia, y el labriego sale al balcón, y la naciente aurora vibra su rayo trémulo, esmaltando las transparentes gotas, en mi albergue dulcemente llamando, me despierta.Salgo, y la leve nubecilla, el canto primero de las aves, la aura grata y de las playas la quietud bendigo.Harto os he conocido, infaustos muros de la ciudad, en donde el odio sigue y acompaña al dolor: ¡que en la desgracia vivo y he de morir, quizás en breve!Un resto de piedad tienes, Natura,para mí en estos sitios ¡ay! un tiempo más compasivos a mi mal. Tú apartas del triste la mirada, y desdeñando los dolores y afanes, a la reina Felicidad te humillas. El que sufre no halla en cielo ni tierra amiga mano,ni otro refugio encontrará que el hierro.Tal vez me asiento en solitaria parte,sobre una altura que domina un lago coronado de plantas taciturnas;allí, cuando al cenit radiante asciende el sol, refleja su tranquila imagen,y ni hoja o yerba se conmueve al viento; no se ve ni se siente a la redonda encresparse las olas; ni su canto entonar la cigarra; ni las plumas el pájaro agitar entre las hojas, o retozar la mariposa leve.Calma profunda envuelve aquella orilla, donde yo, inmóvil, reposando, casi del mundo odioso y de mi ser me olvido; y pienso que mis miembros se desatan,que se extingue el sentir y que mi antigua calma con la del sitio se confunde. ¡Amor, amor! ha tiempo abandonaste este mi corazón, que antes ardía hasta abrasar. Con su aterida mano oprimióle el pesar, y en duro hielo en la flor de mis años, convirtióse.Acuérdome del tiempo en que viniste a habitar en mi pecho. Era aquel dulce e irrevocable tiempo, cuando se abre al ojo juvenil la triste escena del mundo, cual soñado paraíso.El tierno corazón le do palpita de virgen esperanza y de deseos,y se lanza a la acción, como pudiera al juego y a la danza. Mas tan pronto como pude entreverte, la Fortuna mi existencia rompió, y a mis pupilas tocó por suerte sempiterno lloro.Si alguna vez por los abiertos campos en la callada aurora, o cuando brillan,al sol techos, collados y llanuras miro de hermosa jovenzuela el rostro;si alguna vez, en la serena calma de estiva noche, el paso vagabundo,de la ciudad en derredor guiando,la hosca tierra contemplo, y de afanosa niña, que activa nocturnal faena,oigo sonar en la apartada estancia el canto melodioso, se conmueve mi corazón de piedra; pero torna pronto el férreo sopor, que es ¡ay! extraña toda suave emoción al pecho mío.Oh cara luna a cuya luz tranquila danzan las liebres en el bosque, dando enojo al cazador, que a la mañana halla intrincadas las falaces huellas que del cubil lo alejan: ¡salve, oh reina benigna de las noches! Importuno entra tu rayo por selvosos riscos o en ruinoso edificio, iluminando el puñal del ladrón, que escucha atento fragor de ruedas y de cascos duros y rumor de pisadas en la vía,y saliendo de pronto, con estruendo de armas y roncas voces, y el ceñudo aspecto, hiela al tímido viandante a quien desnudo y semivivo, dejaentre las piedras. Importuno baja también tu blanco rayo a las ciudades sobre el vil corruptor que se desliza de los muros al pie, y en las espesas sombras se oculta, y párase y se asusta de la luz que difunden los abiertos balcones. Importuno a los malvados,a mí siempre benigno, tu semblante aquí será, do sólo me descubres risueñas cuestas y espaciosos campos. En otro tiempo, lleno de inocencia, tus bellos rayos acusar solía, cuando me denunciaban de los hombres a la mirada, en la ciudad, o cuando ver me dejaban el humano aspecto.Ora celebrarélos, ya te mire envolverte entre nubes, ya serena dominadora del etéreo campo,esta morada mísera contemples. A menudo verásme, solo y mudo, errar por bosques y por verdes ribas, o yacer en la yerba, satisfecho,si aún el poder de suspirar me queda.


Giácomo Leopardi

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