sábado, 4 de junio de 2011

Los escritores del destino

En estos momentos me apetece mucho escribir, solo que creo que no tengo ningun tema lo suficientemente bueno para exponer aquí, así que, como en otras ocasiones, dejaré que mis dedos me guien, y escriban lo que mi mente les ordene, sin pasar por mi juicio o razonamiento, es decir, que voy a escribir, lo que me salga.


Seguía caminando por las calles desiertas de aquella ciudad cuando el reloj de la plaza dió las tres de la mañana. Era un martes como otro cualquiera, y eso se notaba.
La gente debía madrugar para ir al trabajo, los establecimientos hacía un buen rato que habían cerrado. Y las luces fluorescentes de los clubs de alterne llamaban la atención a los solitarios viajeros que buscaban compañía. Como yo.
Sólo que a mi no me apetecía esa compañía. Deseaba otra, quería con todas mis fuerzas que ella estuviera conmigo,que me agarrara del brazo y poder caminar bajo aquellas luces, hablando,riendo y tal vez robandonos los besos a cada esquina.
Pero no era así.
Me adentré más en las calles, sin saber a donde iba exactamente. Me apetecía caminar, eso era todo.
Me paré en seco. La ciudad era tan distinta a esa hora de la madrugada. La oscuridad hacía que cada rincon fuera tenebroso, que cualquier persona que te encontraras pudiera convertirse en un asesino en potencia, o los que se encontraran detrás tuyo, en perseguidores, secuestradores o violadores.
Pero no me encontré con nada de esto. De hecho el paseo a esas horas fue lo mas tranquilo de mi día. Me dió paz, y me permitió hacer lo que no podía hacer en otras horas, pensar en ella.
Así que a partir de aquel momento,tomé por costumbre pasear todos los días de madrugada, hasta que mis pies cansados me devolvieran a mi casa.
En una de esas madrugadas, ví a una niña de unos ochos años, que salía de la esquina del final de la calle por la que caminaba. Miró a la izquierda, y luego a la derecha, como quien va a cruzar la carretera. Sin embargo, me vió, se dirigió hacia mí, y yo, pensando qué haría una niña a esas horas en la calle, también me acerqué. Pero se lo pensó mejor, y, cuando estabamos a mitad de camino, gritó y echó a correr.
La perseguí, no se todavía porqué. Pero lo hice.
Corrí como si al que me persiguieran fuera a mí. Las calles vacías eran una gran pista,el suelo liso y siempre en recta. Desee haberme puesto unas deportivas,mis zapatos pronto empezarían a sentir el desgaste, pero aún así seguí corriendo. Intentando alcanzarla. Me llevaba solo unos cincuenta metros de distancia, podía ver ondear su pelo, tan largo que casí podía rozarlo con los dedos. Hice un último esfuerzo. Y la alcancé. En ese momento, una luz cegadora me invadió y no pude ver nada. De la fuerza de la luz, me maree. Cuando abrí los ojos, no me encontraba en mi ciudad, sino en un paisaje rural.Donde la acera había dado paso a la hierba mas fresca, los edifios pasaron a ser montañas, y las carreteras grandes ríos. ¿Dónde narices estaba?. ¿Qué había pasado? ¿Donde estaría la niña?.

2 comentarios:

Óscar dijo...

Eeeey, me ha gustado.
¿¿Continuará??

*¡Laura!* dijo...

Sí, por supuesto, Muy pronto !